Un médico de la Universidad de Yale lleva más de 8 años sin bañarse y explicó que le pasó a su cuerpo
James Hamblin dejó de ducharse en 2015 para explorar los beneficios y consecuencias de una higiene mínima.
Lunes 08 de julio 2024 | 19:00 Hs.
James Hamblin, médico especializado en medicina preventiva y profesor en la Escuela de Salud Pública de la prestigiosa Universidad de Yale, tomó una decisión inusual en 2015, alejándose de la norma social: dejó de ducharse. Esta elección, tenía un propósito claro y fundamentado en la curiosidad científica. Hamblin decidió explorar los efectos de la higiene mínima en la salud de la piel y el bienestar general.
La motivación de Hamblin, de 40 años, para dejar de ducharse no fue simplemente un experimento excéntrico, sino una investigación profunda sobre cómo las prácticas de higiene moderna afectan nuestra salud. “Me encuentro perfectamente bien. Te acostumbras. Me siento normal”, asegura Hamblin, quien ha reducido su limpieza corporal al uso exclusivo de jabón de manos. Su enfoque se centra en permitir que el cuerpo alcance un equilibrio natural con los aceites y microbios presentes en la piel. Según Hamblin, al reducir el uso de productos de higiene agresivos, el cuerpo ajusta su producción de aceite y mantiene un entorno microbiano más estable y saludable.
En su libro “Clean: The new science of skin and the beauty of doing less” (”Limpio: la nueva ciencia de la piel y la belleza de hacer menos”), lanzado en 2020, Hamblin presenta un estudio sobre limpieza, piel y salud en sus primeros 5 años sin bañarse. El experto describe cómo su piel se ha adaptado y ha dejado de volverse grasienta. Este equilibrio se alcanza al evitar los jabones fuertes que eliminan los aceites naturales de la piel, los cuales son reemplazados por el cuerpo de manera natural cuando se permite que su microbioma florezca sin interrupciones químicas: “Se alcanza “un estado equilibrado con los aceites que tu piel está segregando, los microbios que viven en tu piel, todo el entorno es menos volátil”.
Además, Hamblin sostiene que el olor corporal no es necesariamente un indicador de suciedad, sino de desequilibrio microbiano. Explica que el olor es producido por bacterias que se alimentan de las secreciones oleosas del sudor y las glándulas sebáceas. “Cuando aplicamos productos de higiene, alteramos el equilibrio natural de estos microbios, lo que puede favorecer a aquellos que generan malos olores”.
El cambio de Hamblin no fue abrupto, fue un proceso gradual que implicó reducir paulatinamente el uso de productos de higiene. Inicialmente, comenzó por espaciar las duchas y reducir la cantidad de jabón, champú y otros productos de cuidado personal. Este enfoque progresivo permitió a su cuerpo adaptarse lentamente, minimizando la sensación de incomodidad y los olores corporales.
“Hubo momentos en los que me quería duchar porque lo extrañaba, olía mal y sentía que tenía grasa. Pero eso empezó a pasarme cada vez menos”, explica Hamblin. A medida que su cuerpo se acostumbraba a la menor frecuencia de duchas, notó que su piel y cabello se volvieron menos grasientos y más equilibrados. Con el tiempo tu cuerpo se acostumbra cada vez más para que no huela tan mal si no usas desodorante y jabón. Y tu piel no se vuelve tan grasienta cuando dejas de usar jabones fuertes”, señaló.
Al explicar por qué cuestiona la frecuencia con la que nos duchamos, Hamblin mencionó que hasta hace poco, la mayoría de la población no tenía acceso a agua corriente y que era una práctica más común entre la realeza. Actualmente, la producción masiva de productos de higiene y la tecnología de secuenciación de ADN nos han permitido entender mejor el microbioma de la piel, lo cual sugiere que no todos los microbios son dañinos. “Los microbios en nuestra piel son tan importantes para su apariencia y para nuestra salud como lo es el microbiota intestinal para el sistema digestivo”. destacó.
A lo largo de la historia, la percepción de estar limpio ha cambiado. “Durante la mayor parte de nuestra historia, tuvimos olores que fueron parte de cómo nos comunicábamos con otras personas”, explicó Hamblin. Sin embargo, la industria actual promueve una idea de limpieza que muchas veces implica el uso excesivo de productos.
Además, explicó que aunque no se ducha, se enjuaga cuando lo necesita o lo desea con agua, especialmente cuando tiene el pelo como si se hubiese acabado de despertar. “Puedes exfoliar o eliminar los aceites simplemente frotando con las manos y peinando el pelo ocasionalmente. Eso es todo”, remarcó.
Fuente: Infobae
La motivación de Hamblin, de 40 años, para dejar de ducharse no fue simplemente un experimento excéntrico, sino una investigación profunda sobre cómo las prácticas de higiene moderna afectan nuestra salud. “Me encuentro perfectamente bien. Te acostumbras. Me siento normal”, asegura Hamblin, quien ha reducido su limpieza corporal al uso exclusivo de jabón de manos. Su enfoque se centra en permitir que el cuerpo alcance un equilibrio natural con los aceites y microbios presentes en la piel. Según Hamblin, al reducir el uso de productos de higiene agresivos, el cuerpo ajusta su producción de aceite y mantiene un entorno microbiano más estable y saludable.
En su libro “Clean: The new science of skin and the beauty of doing less” (”Limpio: la nueva ciencia de la piel y la belleza de hacer menos”), lanzado en 2020, Hamblin presenta un estudio sobre limpieza, piel y salud en sus primeros 5 años sin bañarse. El experto describe cómo su piel se ha adaptado y ha dejado de volverse grasienta. Este equilibrio se alcanza al evitar los jabones fuertes que eliminan los aceites naturales de la piel, los cuales son reemplazados por el cuerpo de manera natural cuando se permite que su microbioma florezca sin interrupciones químicas: “Se alcanza “un estado equilibrado con los aceites que tu piel está segregando, los microbios que viven en tu piel, todo el entorno es menos volátil”.
Además, Hamblin sostiene que el olor corporal no es necesariamente un indicador de suciedad, sino de desequilibrio microbiano. Explica que el olor es producido por bacterias que se alimentan de las secreciones oleosas del sudor y las glándulas sebáceas. “Cuando aplicamos productos de higiene, alteramos el equilibrio natural de estos microbios, lo que puede favorecer a aquellos que generan malos olores”.
El cambio de Hamblin no fue abrupto, fue un proceso gradual que implicó reducir paulatinamente el uso de productos de higiene. Inicialmente, comenzó por espaciar las duchas y reducir la cantidad de jabón, champú y otros productos de cuidado personal. Este enfoque progresivo permitió a su cuerpo adaptarse lentamente, minimizando la sensación de incomodidad y los olores corporales.
“Hubo momentos en los que me quería duchar porque lo extrañaba, olía mal y sentía que tenía grasa. Pero eso empezó a pasarme cada vez menos”, explica Hamblin. A medida que su cuerpo se acostumbraba a la menor frecuencia de duchas, notó que su piel y cabello se volvieron menos grasientos y más equilibrados. Con el tiempo tu cuerpo se acostumbra cada vez más para que no huela tan mal si no usas desodorante y jabón. Y tu piel no se vuelve tan grasienta cuando dejas de usar jabones fuertes”, señaló.
Al explicar por qué cuestiona la frecuencia con la que nos duchamos, Hamblin mencionó que hasta hace poco, la mayoría de la población no tenía acceso a agua corriente y que era una práctica más común entre la realeza. Actualmente, la producción masiva de productos de higiene y la tecnología de secuenciación de ADN nos han permitido entender mejor el microbioma de la piel, lo cual sugiere que no todos los microbios son dañinos. “Los microbios en nuestra piel son tan importantes para su apariencia y para nuestra salud como lo es el microbiota intestinal para el sistema digestivo”. destacó.
A lo largo de la historia, la percepción de estar limpio ha cambiado. “Durante la mayor parte de nuestra historia, tuvimos olores que fueron parte de cómo nos comunicábamos con otras personas”, explicó Hamblin. Sin embargo, la industria actual promueve una idea de limpieza que muchas veces implica el uso excesivo de productos.
Además, explicó que aunque no se ducha, se enjuaga cuando lo necesita o lo desea con agua, especialmente cuando tiene el pelo como si se hubiese acabado de despertar. “Puedes exfoliar o eliminar los aceites simplemente frotando con las manos y peinando el pelo ocasionalmente. Eso es todo”, remarcó.
Fuente: Infobae
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