Cómo fue el robo de las joyas imperiales del Louvre en solo siete minutos

La secuencia fue tan veloz como precisa. Alrededor de las nueve y media de la mañana los asaltantes aprovecharon la presencia de una canasta elevadora estacionada junto a la fachada para alcanzar el segundo piso. Según informó la agencia Reuters, utilizaron esa vía para acceder al interior y forzar el vidrio blindado que protegía la sala donde se encuentran las joyas de la corona francesa.
Una vez dentro, los intrusos se dirigieron directamente a la Galerie d’Apollon, el espacio que conserva piezas pertenecientes a Napoleón III y a la emperatriz Eugenia de Montijo. Allí rompieron vitrinas reforzadas y extrajeron las joyas sin activar de inmediato las alarmas principales. De acuerdo con Associated Press, el robo duró entre cuatro y siete minutos, un lapso mínimo para un golpe de semejante magnitud.
Fuentes policiales confirmaron que el grupo huyó en motocicletas que los esperaban fuera del museo. Las cámaras de seguridad registraron la salida por el lateral del edificio que da al Sena. La persecución fue inmediata, pero hasta el momento no se reportaron arrestos. El ministro del Interior francés, Laurent Nuñez, describió el hecho como una acción “profesional, planificada y ejecutada con precisión quirúrgica”.
Entre los objetos sustraídos se encuentran al menos nueve piezas de la colección imperial, entre ellas coronas, collares y broches ornamentales de oro y piedras preciosas que formaban parte de la herencia cultural de Francia. Según medios británicos, una de las coronas fue encontrada rota cerca del museo, lo que sugiere que los ladrones actuaron con apuro durante la huida.
El Louvre cerró sus puertas de inmediato para permitir las pericias forenses y la revisión de cámaras internas. Los turistas fueron evacuados en medio del desconcierto, mientras agentes especializados acordonaban el área de la fachada Richelieu. El museo, que recibe más de ocho millones de visitantes por año, no registraba un robo de esta magnitud desde hace décadas.
La ministra de Cultura, Rachida Dati, calificó el ataque como “una afrenta al patrimonio nacional”. En declaraciones a la prensa francesa aseguró que “se trata de un golpe que hiere el alma de Francia, porque estas piezas no tienen precio ni sustituto”. El valor histórico supera cualquier estimación monetaria, dado que las joyas pertenecen al periodo del Segundo Imperio y fueron testigos de la historia europea del siglo XIX.
El operativo de seguridad, según fuentes del gobierno citadas por Financial Times, quedó comprometido por las obras de mantenimiento en la fachada norte del museo. Los ladrones aprovecharon la estructura temporal y el acceso de obreros para infiltrarse sin levantar sospechas. Este detalle generó duras críticas hacia la administración del Louvre, que recientemente había reducido su personal de seguridad nocturna.
Las autoridades francesas investigan ahora posibles vínculos con redes criminales dedicadas al tráfico internacional de arte. La Policía Judicial trabaja con Interpol y unidades especializadas en delitos culturales para rastrear las piezas. Hasta el momento no se ha divulgado información sobre sospechosos, pero los investigadores no descartan la participación de una banda extranjera.
Los medios locales subrayaron que la rapidez del golpe y la precisión en los movimientos sugieren un conocimiento detallado del interior del museo. Según Le Monde, los ladrones actuaron en un punto ciego de las cámaras de seguridad y emplearon herramientas diseñadas para cortar vidrio reforzado sin generar ruido.
Las imágenes difundidas muestran el cierre de emergencia del edificio, el despliegue policial y la evacuación de cientos de turistas sorprendidos por el operativo. Algunos visitantes afirmaron haber escuchado un estruendo metálico antes de que las autoridades ordenaran el desalojo. En redes sociales, el tema se volvió tendencia en cuestión de minutos.
Expertos en arte consultados por The Guardian destacaron que el robo del Louvre es uno de los más audaces de la historia reciente, comparable con los golpes al Museo Isabella Stewart Gardner de Boston o al Museo Bührle de Zúrich. Los especialistas advierten que el destino de las piezas podría ser el mercado negro internacional, donde se fraccionan y revenden en partes.
Fuente: La Gaceta